jueves, 20 de agosto de 2009

Dejar el latín

Antes de que Oviedo viniera a las Indias, ya Bembo le había dicho a Ferrara que las nuevas historias del mundo merecían ser contadas en una lengua nueva, "No contemos en latín las luchas presentes", le dijo, "pues los lectores hablan ya otras lenguas." Y no sólo las guerras y los descubrimientos, sino el amor mismo y sus milagros deberían cantarse en lenguas vulgares. Dante lo entendió primero que nadie, y describio los reinos infernales y las terrazas de lamentos, y el encuentro con Beatriz en los ojos de Dios, no en el latín de Virgilio o de Catulo, sino en la lengua de los corrales y los mercados. Ya no intentamos acercar la divinidad a la vida, sino mostrar que lo divino reposa en ella para siempre.

El país de la canela. Editorial Norma. p. 292.

jueves, 21 de mayo de 2009

Las lenguas nativas, la fuerza bruta



Hace unos meses hablaba con un conocido catalán acerca de las lenguas coloniales. Visitábamos el Museu Etnològic y me contaba cómo sus padres habían emigrado a Venezuela durante el franquismo. En su opinión, Cataluña había sufrido la misma colonización lingüística que América. No hay duda. La cuestión es que las lenguas minoritarias no son únicamente eso, detrás, hay una cultura, una comunidad; una manera de vivir que se mantiene con la lengua. Y el principal temor de estas comunidades es que con la lengua, se pierda su cultura. Pero me pregunto si basta solo una colonización lingüística, para que se pierda la cultura.

En América, antes que la lengua, se utilizó la violencia para cambiar el orden de las cosas. De hecho, muchos conquistadores aprendieron las lenguas de los indígenas o entrenaban traductores para entenderse con los pobladores nativos e imponer su voluntad. Así como sucedió con el franquismo y su intento de unificar un territorio diverso culturalmente.

El uso de la fuerza sigue siendo, cientos de años después, en América, el principal enemigo de las minorías lingüísticas. En Colombia este absurdo continúa; comunidades como los Nukak -Maku, conocidos mundialmente hace décadas por ser uno de los últimos grupos indígenas nómadas que mantenían su cultura y su lengua, alejadas de la influencia occidental, están muriendo por la fuerza bruta, por la violencia. Es así como se pierde una lengua,y todo el patrimonio cultural que viene detrás. Si esto no ocurre, estoy segura de que el ser humano es tan perseverante con sus raíces como para mantener aquello que siempre ha sido suyo y que lo hace ser quien es.

Hace un par de semanas se celebraba en Colombia la Fiesta de las Lenguas Nativas. ¿Qué se celebraba? ¿La sobrevivencia de las lenguas nativas? ¿Se felicitaba el empeño con que los grupos indígenas mantenían su tradición lingüística?

La Constitución de 1991, la que se quiere reformar en el presente obra y gracia del Señor Presidente, confirma la diversidad cultural del país, dice respetar las lenguas y las culturas presentes en el territorio nacional. El luto cultural que la Seguridad Democrática, el programa bandera de las dos últimas administraciones, y que parece será de la tercera si el país sigue de fiesta, quiere ocultar bajo eventos tan espurios como el de la Fiesta de las Lenguas Nativas, una colonización absurda en la cual ya no es ni siquiera claro, qué tipo de lengua y qué tipo de cultura es la que se está imponiendo.


Hoy en día, como hace quinientos, seiscientos, setecientos años y más, el verdadero enemigo de las lenguas y de las culturas sigue siendo la violencia en sus múltiples formas: odio, discriminación, prejuicio, y claro, la fuerza bruta. La mayoría, si no todas, las comunidades invitadas a la celebración de las fiestas nativas viven en alguna o en todas las condiciones de violencia que la imaginación alcanza y la realidad confirma. Es así como los Estados, siempre inventan una fiesta para ocultar un luto. O una ley que nunca llega a la práctica. Ocurrió a finales del siglo XIX, cuando el presidente Pedro Alcántara Herrán creó un decreto para promover la enseñanza y la traducción de las lenguas modernas, el inglés y el francés, y la lengua indígena que tuviera más importancia para el país. Vaya tarea la de escoger "la lengua indígena más importante para el país". A veces algo, es peor que nada. Y la cuestión es, que cada vez que pienso en Cataluña y las discusiones sobre el temor de que la lengua se pierda, no lo veo viable, es cierto que es preciso que se aliente a las nuevas generaciones a que la estudien, la hablen y la escriban. Pero hay que alentar la tolerancia y la convivencia con otras lenguas, con el castellano mismo. A quien hay que temer es a la violencia, cuya apariencia goza de mil trajes.






jueves, 5 de marzo de 2009

quién es mejor que quién

Hace unas semanas comencé a estudiar catalán. Hace dos años que vivo en Barcelona y no había logrado tener ni el tiempo ni la motivación suficiente para hacerlo. Quizá porque cuando apliqué desde Bogotá para hacer un máster de Traducción aquí, no me comunicaron que iba a tener clases en esta lengua y cuando llegué a la Universidad la persona que me dio las indicaciones sobre lo que debía hacer me habló en una lengua que no había escuchado antes sin compasión alguna. Haciendo acopio de mi memoria y la destreza mental que uno logra tener después de haber cruzado el océano y desafiado las zonas horarias, logré identificar palabras que me sonaban parecidas al castellano, al francés y al italiano. Había otras tantas que se perdían en el jetlag inevitable. Después transcurrieron las semanas y los meses, tenía clases enteras en catalán, que para mí eran más un desafío a la interpretación por contexto que una experiencia de aprendizaje cabal de contenidos nuevos.

En el máster tenía compañeras taiwanesas en la misma situación, o peor. Ellas venían de estudiar una filología española que solo contenía castellano, vaya qué extraño. Sospechoso. Tan sospechoso como que en las ex-colonias españolas no haya un instituto que reúna y enseñe las lenguas oficiales del país. Luego pensaba cómo sería de interesante tener un instituto que enseñara catalán, gallego y euskera en Colombia. Claro, la gente se preguntaría allá para qué córchos necesitan aprender gallego si van a España, a su "madre patria". Tremenda sorpresa la que nos llevamos todos cuando al llegar a esta anhelada noble cuna sentimos cómo le cuesta vernos como hijos legítimos. La verdad es que no lo somos, nunca lo fuimos ni lo seremos. Y eso tampoco está mal. Ojalá fuéramos más que legítimos, libres... pero eso es otra historia.

-Ahora se me cruzan un par de imágenes que no puedo olvidar y espero que no me invadan los sueños. Se trata de las redadas que hacen policías de civil para "pescar" inmigrantes sin papeles. He visto dos, una en Plaza Cataluña y otra en la línea roja del metro. Los objetivos eran adultos suramericanos, les pedían su documentación, su permiso para estar en España. Ellos nerviosos buscaban su pasaporte o su NIE. Tan de prisa como iba alcancé a darme cuenta de las escenas, alcancé a ver las caras asustadas de los perseguidos y sus perseguidores. Seguí de largo con tristeza y con rabia. Es difícil pensar que la historia no cambia. Aquí o allá, no cambia-.

Continúo. La cuestión es que con el transcurrir de los días (años) y mi interés por las lenguas y mi curiosidad por las palabras, contra viento y marea, y con el apoyo moral de Santi, comencé mis clases de catalán. Para esto tuve que vencer aquel asomo de furia tras perderme los contenidos de las clases que más valían la pena del máster, y olvidar las peleas autonómicas e idependentistas de los extremistas de la lengua y las costumbres que tanto daño hacen en cualquier país, desde cualquier credo y razón social. Las lenguas son algo bello que construye el ser humano, y desde que escuché palabras como "celístia", con la que los catalanes de otrora describían la claridad de las estrellas del cielo, estaba segura de que me toparía con otras maravillas como esa.

A lo que viene esta entrada sin embargo, es a una anécdota que sucedió en una de mis clases. Había una discusión acerca del léxico del castellano que se utiliza en Latinoamérica y el que se utiliza en España. La cuestión era cuál era mejor que cuál. Tema que degenera casi siempre en quién es mejor que quién. Eterna discusión, algo de nunca acabar. Además de que una cosa sea la lengua hablada, y otra la lengua escrita, cuando se trata de ser dogmático el agua se hace turbia y los humores toman malos olores. Las lenguas son como los seres humanos, se mueven, viajan, se mezclan,se juntan, se desajustan, nacen, mueren y renacen. De verdad están muy vivas y el tiempo les pasa para bien.

Ya no recuerdo sobre qué palabra discutían en clase. Lo cierto es que los ánimos se caldearon y me dio algo de tristeza. No puede ser (aunque así es) que todavía se crea en la Santa Madre Iglesia y en los Institutos que norman las lenguas con la fe ciega que hace alzar el tono de la voz y dar una palmada brusca en la mesa. Ahí si que "apague y vámonos".

viernes, 2 de enero de 2009

Seminario Poéticas de la traducción

Los días martes 18, miércoles 19 y noviembre 20 de 2008 tuvo lugar en la Biblioteca Nacional de Colombia, el Seminario Poéticas de la traducción convocado por el Comité de Investigación y Creación del Departamento de Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes.

El objetivo del Seminario era plantear una reflexión acerca del oficio del traductor a partir de diferentes aproximaciones. En el Seminario, la tarea traductora se abordó como una práctica cultural en la que convergen la poesía, la historia y la política de la sociedad colombiana. Esta convergencia, expuso que los traductores colombianos han sido en su mayoría poetas, lo cual sucitó otras tantas reflexiones y preguntas. ¿Responde esto a criterios puramente estéticos? ¿Qué elementos son considerados a la hora de traducir? ¿Qué tipo de "actualización" hace el traductor al leer e interpretar el poeta traducido?

En el Seminario participaron conocidos traductores colombianos como Álvaro Rodríguez, Nicolas Suescún y Oscar Torres Duque. Cada uno se refirió a su experiencia como traductor y su participación en los círculos literarios que han permitido el desarrollo de esta labor en Colombia. Para Álvaro Rodríguez la presencia de los intelectuales alemanes que regían y frecuentaban la librería Bucholz en Bogotá fue decisiva, pues ayudó a consolidar su interés hacia esta tarea y la de otros tantos que hoy en día continúan participando, bien en el mundo de la literatura o el de la traducción literaria. Nicolás Suescún desarrolló su ponencia a propósito de sus traducciones de Arthur Rimbaud y Oscar Torres habló sobre el abogado y traductor alemán Ernesto Volkening, quien también pertenecía al grupo que frecuentaba la Librería Bucholz y hacía aportes para la revista Eco.

Así mismo, la cuota internacional se completó con dos poetas y traductores norteamericanos, Michael Sisson y Arnold Craig. Sisson es traductor de la fallecida poeta colombiana María Mercedes Carranza, y Craig, quien se desempeñaba como profesor en la Universidad de los Andes mediante una beca Fullbright abordó temas relativos a la teoría sobre la traducción con una ponencia titulada " La vanguardia generativa y la traducción".

Para terminar, el Seminario también dedicó un par de sesiones a la investigación sobre la Historia de la Traducción en Colombia. El equipo de investigación liderado por la profesora Francia Elena Goenaga presentó los resultados de los análisis de las revistas literarias del siglo XX Mito, Eco y Espiral que realizaron los estudiantes Melisa Restrepo, Tatiana Arango, María José Montoya y Gabriel Rojas. Y sobre el siglo XIX, Doris Castellanos presentó su investigación sobre Miguel Antonio Caro como poeta traductor.

Los resultados del Seminario han sido muy satisfactorios, pues la investigación sobre la Historia de la Traducción en Colombia continuará el próximo año 2009 y se publicará una compilación de todas las ponencias del Seminario. Igualmente, la facultad de Artes y Humanidades comienza a construir un conocimiento necesario sobre la historia de la traducción en el país, un tema que debe comenzar a ser importante para recordarnos de qué manera hemos leído y asumido el mundo que viene escrito en otras lenguas.


Programación Seminario